Karibu, karibu… historia

KARIBU, KARIBU

He visto morir a muchas personas y, a pesar de que una parte de mi actividad transcurre entre el dolor y el sufrimiento, los peores momentos que he pasado en mi vida ocurrieron el 31 de marzo y el 1 de Abril del 2015 en la Republica Democrática del Congo, mientras en occidente celebrábamos la Semana Santa.

La naturaleza ha sido muy generosa con el Congo. El gran rio que lo atraviesa de norte a sur y da nombre al país, praderas fértiles, montañas frondosas, con los mayores bosques de África y un subsuelo rico en minerales, que es, al mismo tiempo, fuente de riquezas y la causa de tanto sufrimiento.

En una fabela, en la ladera de una de las colinas que rodean al lago Kivu, tiene su casa Charlotte. Es una mujer fuerte, decidida, orgullosa y triunfadora; durante dos años fue esclava sexual de la guerrilla que controla la zona minera. Tras su liberación y posterior tratamiento quirúrgico, para reparar sus heridas en el hospital de Panzi por el  Dr. Denis Mukwege  y gracias al sistema de microcréditos que tienen organizado, pudo construir las cuatro paredes que son hoy en día su hogar. Allí vive con su hijo, fruto de las violaciones sufridas durante su cautiverio y da acogimiento a las mujeres, que como ella, han sufrido la barbarie y que, por la costumbre local, son repudiadas por sus  maridos y expulsadas del poblado por la sociedad.

Unas decenas de mujeres, que en algunos momentos han llegado a ser más de cien, se reúnen cada día en la casa para manufacturar algunos productos como bolsos y telas que ellas mismas tiñen de forma artesanal y  que posteriormente venden por la ciudad. Nos reciben cantando “Karibu, Karibu, Karibu. (Bienvenidos)

Paco Negre

TULIYA

Violada a los 13 años, obligada a comerse las orejas de su marido al que posteriormente asesinaron.

JUSTINE

Violada delante de su familia, su marido asesinado, de sus cinco  hijos solo ha recuperado a tres que habían sido arrojados a una fosa séptica.

BAHATI

Violada a los 15 años por tres hombres, expulsada por sus padres de la casa y del poblado.

SELOMA

Violada por la guerrilla, perforándole la vagina con una rama, expulsada con sus seis hijos del poblado.

NEEMA

Tiene cinco años y es la quinta hija de los siete que tiene Consolata, una mujer madura, que ahora vive con su padre en una cabaña de adobe y cañas de unos veinte metros cuadrados, después de que su marido la repudiase tras la violación de Neema.

SYLVINE

Es la única hija de Cibalonza, de tan solo tres años, fue raptada y violada una noche cuando salió al baño comunitario de su poblado.

En ningún momento, durante los relatos, ninguna de las mujeres expresó  una palabra de odio o rencor, solo dolor, dolor infinito…  Las mayores daban “gracias” a Charlotte por el acogimiento y el apoyo recibido y las jóvenes expresaban “esperanza”,  para ellas y sus hijos, en un futuro.

Si la violencia que se realiza en los poblados y que se centra especialmente en las mujeres, tiene por origen el dominio  de la tierra, para poder explotar las riquezas mineras del Congo y la obtención de los diamantes y del coltán, esta otra violencia que se centra en las niñas se produce por las creencias, a veces divulgadas por los brujos locales, en la hematomancia y en el poder de la sangre – si es de una mujer cuanto mas joven mejor, para la prevención de enfermedades como el sida o el ébola e incluso la prevención de las heridas durante las guerras. 

Marie, es incapaz de hablar, pero quiere enseñarnos la casa  donde vive, una pieza de diez metros cuadrados, cubierta por una lona, con la pared de barro llena de agujeros y con el  esqueleto de madera de un sofá como único mobiliario. Su hija Rachel, de cinco años, tiene asida con fuerza una lata de conservas oxidada. Han pasado seis meses y continua en shock catatónico.

Los fotógrafos buscamos que nuestras imágenes, a pesar de hablar sobre el horror, estén bien realizadas, controlando la luz, equilibrando la escena, buscando las proporciones, en definitiva que sean bellas aunque reflejen  el infierno, pero en esta situación te tienes que dejar llevar por tu instinto, porque es imposible abstraerse de esta realidad y solo deseas que reflejen algo parecido a lo que estas viviendo. Para intentar romper así la distancia señalada por Susan Sontag entre el espanto, su representación y los espectadores.

“Hay un cierto egoísmo en lo que escribo, siempre quejándome del calor, el hambre o el dolor que siento,

pero es terriblemente importante tener autentificado lo que escribo porque ha sido vivido.”

Ryszard Kapuściński

En medio de este infierno hemos encontrado personas que arrojan su luz y aportan su esfuerzo para mejorar este mundo:

Charlotte, con su casa de acogida para atender a las victimas. 

Lorena Aguirre, sicóloga de la ONG Coopera que lleva 9 años atendiendo y  sensibilizando a la población y formando monitores entre los residentes. 

Cady Adzuba, periodista congoleña, con su programa de divulgación radiofónico Okapi. 

Teresa Sáez, religiosa de 82 años que lleva 50 años en la República Democrática del Congo, que ha conseguido construir un colegio donde se forman más de mil alumnos y el hospital de Heri Kwetu (dichosos en nuestra casa), conocido como el hospital de los discapacitados  por atender a la población necesitada, con un sistema de gestión autosuficiente, donde se  fabrican desde las camas que usan, a las prótesis que implantan a los amputados. Una Teresa de Calcuta anónima.

Estas imágenes, que reflejan  la historia de una barbarie que no se reduce a una estadística de números fríos, sino que tiene nombres y rostros propios,  mantienen la ingenua esperanza de romper el silencio, en este mundo que a veces parece caminar hacia atrás  y estar volviendo al horror del “corazón de las tinieblas”.

Paco Negre

“La sociedad congoleña no logra comprender la magnitud de la situación. Tenemos que ayudar a romper el silencio. En muchos casos es el vínculo de la tradición el que les impide denunciar porque tienen miedo al rechazo social y a ser estigmatizadas.”

Caddy Adzuba